" 828 Parker Street, Circeria.
Martes, siete de Mayo, 08:15h.l.
El sonido del tren te despierta una vez más, casi como el estruendo de una
carcajada metálica y siniestra tras el duro material de las paredes del edificio
que acusan las manchas de humedad de varios años soportando el nebuloso clima
de la perpetuamente nocturna Circeria.
La espalda te duele, es lo primero que viene a tu mente, incluso antes que el
asqueroso olor a cenicero que inunda el cuartucho en el que duermes, o la
pesada humedad de las sábanas que envuelven tu piel perlada de sudor, aún no
has abierto los ojos y ya acusas tus huesos que claman a gritos la agonía
sórdida de otro invierno que se avecina, tal vez has dormido demasiado en la
misma posición y por eso el te sientes así de entumecido… pero no, no
recuerdas haberte acostado hace tanto… de hecho…
no recuerdas haberte acostado…
Tras el estruendoso sonido de la locomotora, el “tic tac” de las agujas del
reloj de la cocina apenas parece un eco distante, casi hipnótico, sereno,
acompasado, que te relaja,”tic, tac”, te concentras en aquel compás homogéneo,
“tic tac”, el olor a cenicero no es tan asqueroso al fin y al cabo como para
impedirte dormir de nuevo, “tic tac”, aunque otro cigarro no te caería mal,
“tic tac”, las sábanas, aunque de segunda mano, son de algodón del bueno,
“tic… tac”, tan suaves que parecieran relajar el dolor de tu espalda.
Un viento otoñal golpea con fuerza la persiana de madera contra el marco y
te obliga a abrir los ojos de golpe, tu corazón se acelera y te sientas de
un solo movimiento en la cama. Las bisagras de la ventana chirrían al volver
a su posición anterior mientras las pesadas cortinas marrones crepitan con
el viento fresco. Desde la calle, el cálido resplandor del alumbrado público
te enseña tu buhardilla, apenas si cabe allí tu cama y la mesilla de noche
en una esquina al lado de la ventana, un mueble contra la pared a tu derecha
donde deberías guardar la ropa que se amontona sobre el mismo, un escritorio
enfrente, bien cuidado de madera noble, que recibe de lleno la luz que ingresa
desde fuera y sobre el que reposan varios documentos revueltos junto a un
cenicero rebalsado y una puerta sin cerradura, sostenida por una cuña en el
suelo, que encaja a la perfección entre el mobiliario y el desastre de ropa
revuelta.
Te levantas de la cama"