—Se que tienes preguntas — te contesta con la ternura de una madre que entiende que su criatura es demasiado estúpida o demasiado joven para aprender ciertas cuestiones lógicas de la vida —eventualmente podrás decidir si quieres las respuestas, pero la lucidez cuesta cordura, y deberías intentar conservar la cordura que te queda, llegar aquí por accidente es peligroso, y mi tarea es salvarte el culo— se gira hacia la calle como si un ruido hubiese llamado su atención, su expresión se vuelve alerta durante un instante antes de volverse hacia tí de nuevo —Escucha: ahora voy a marcharme. Vas a contar un minuto, ¡No mas!, y vas a salir a la calle...— se acerca mucho a ti y te toma por la chaqueta obligándote a mirar sus ojos... ¿azules? Los ojos de Linda eran almendra —ve al sur. Vas a llegar al puerto, allí sigue la música, el edificio de ventanales iluminados es la taberna, Paskel te espera en el callejón al lado, el te va a ayudar a habar con el maquinista para sacarte de aquí— Te suelta y vuelve a mirar hacia la nebulosa ciudad —Buena suerte— y se aleja corriendo silenciosa hacia el norte.