—¡Ey, espera!— gritas y sales tras ella...
Pero claramente no conoces tanto Circeria como Linda, o tal vez simplemente la niebla sea demasiado espesa, el caso es que pasados unos cuantos metros de persecusión su silueta se pierde para ti y solo entonces tomas conciencia del ominoso silencio que te rodea en medio de una noche desconocida.
A tu alrededor las pesadas gotas de bruma reflejan los destellos anaranjados del alumbrado público y de la luna, que son los únicos aliados que eres capaz de identificar con certeza en medio de la calle adoquinada.
No sientes frío, pero una sensación aún más espantosa presiona tu pecho, como una advertencia que no sabes explicar.
Sabes que calle arriba, hacia donde Linda se perdió, aguarda el norte, y a tu espalda, el sur.