Pasados unos minutos, el llamado cesa, como era de esperarse y tu te encuentras sentado frente al viejo periódico que ha auspiciado perfectamente de cenicero improvisado, tu garganta pica un poco y tu boca tiene un sabor amargo. No recuerdas el momento en que comenzaste a fumar, ni recuerdas tantas cosas que parecerían importantes en otro momento... pero no en este, en este puedes perdonarte depender del maldito cilindro de tabaco que reposa entre tus dedos para conseguir paz, al fin y al cabo, es una paz tan templada y tierna, ¿cómo podrías sentir culpa?, «son apenas unos instantes», te convences a ti mismo... Levantas el cigarro frente a tus ojos para escrutar el tiempo de vida que le queda y calcular en cuantas caladas puedes traducir ese tiempo... «Dos, tal vez tres a riezgo de fumar filtro». Cierras los ojos y comienzas a faenar esos últimos instantes...
¡CRASH!
De repente, a tu espalda, el ventanal estalla y el aire frío no alcanza a tocar tu piel antes de que la imagen de la cratura te estremezca la piel... el cigarro cae al suelo...