No sabes en que momento abriste la boca para intentar hablar, pero por gracia divina conseguiste hacerlo. Casi valió la pena la expresión de sorpresa de la criatura, al ver que tenías voluntad de acción... casi, pues no llegaste a hacer mucho más que eso cuando un frío helado te paralizó la espina dorsal mientras el tranquilo y silencioso ser se aproximaba a ti. Su piel era, como habías imaginado, gélida y húmeda, y al contacto con la misma pudiste escuchar en tu mente cientos de susurros espeluznantes que pronto se acallaron tras el insoportable dolor de cabeza que te obligó a gritar y retorcerte bajo la mirada oscura de aquel ser de ojos negros.
Tal vez le suplicaste, no lo recuerdas, recuerdas adoquines asperos, las voces, recuerdas vomitar en algún sitio, un edificio inmenso, unas cavernas oscuras y luego... nada.
FIN I "El azotamentes"