Tu mano aprieta la manija de la puerta y el "Clack" de la cerradura cede enseguida, la antiguedad de la manpostería no tiene nada que hacer contra la férrea manufactura con la que fue construída. Las bisagras rechinan un poco al abrirlas y el aire húmedo te llena los pulmones mientras tus ojos se posan en la persona que tienes delante:
Al principio te cuesta enfocar su rostro y su figura, casi como un efecto de la abundante bruma que puebla las calles, pero pronto la reconoces, es Linda, tu ex mujer, te mira desde abajo, con sus ojos almendra de semblante triste, sus pestañas están arrgladas y adivinas enseguida que su nariz pequeña y redondeada debe de estar fría. Sonríes sin proponértelo. Su boca está pintada de un llamativo rojo carmesí a juego con las delicadas uñas de sus manos que sostienen una caja de cartón llena de pequeñas cosas que adivinas como tuyas, pero que meses después del divorcio habías dado por perdidas. Ella viste una gabardina marrón, sobria, pero muy a la moda, unos tacos planos, poco habituales y un pantalón de vestir;una convinación bien pensada y equilibrada, típico de Linda, aunque hay algo en todo esto que no acaba de encajarte.